domingo, 8 de diciembre de 2013

El día de la marmota o el loop navideño

Cada año la misma historia, la misma conversación, los mismos argumentos, los mismos gestos y el mismo final. No sé como hacerle entender a mi madre, por más que se lo repito, que a mi la navidad no me gusta, que lo siento mucho pero que no me produce nada más que hartazgo el hecho de que año tras año se repita un festejo que me aburre y me asquea. No hay forma. Llega diciembre y como si fuera la primera vez que pregunta, se lanza al ruedo supongo que con la ilusión de escuchar algo nuevo.

- Como nos vamos a organizar en navidad?

A mi ya se me descompone el gesto porque me sé de memoria la conversación.

- Pues como siempre.

Y en esta ocasión creo que fue mi hermano el que contestó porque la conversación con él acaba justo cuando empieza. 

- En Nochebuena cenais aquí y vosotros, -refiriéndose a mi hermano- pasais la Nochevieja en vuestra casa, no?

- Si -contesta mi hermano. 

Y fin de la conversación para él. El hecho de tener mujer e hijos le exime ya de cualquier cosa. A partir de ahí, llega mi turno y procuro vestirme de paciencia, aunque después de tantos años, el vestido esté ya un poco raído.

- Y tú? -me dice.
- Pues igual -le contesto. 
- Vas a pasar la Nochevieja sola?
- Si mamá. Ya lo sabes. No sé porqué me preguntas todos los años lo mismo. Sabes que no me gusta, que si hay algún día del año en que no me apetece salir es precisamente en Nochevieja. 
- Pero hija, es que pasarla sola...

Bufff. La paciencia resbala hasta ovillarse a mis pies. Un jirón más, un año más. 

- A ver, no tengo ningún problema en pasarla sola porque es como yo elijo pasarla y no sé cual es el problema que tú le ves cuando al cabo del año paso muchas noches sola y no supone ninguna preocupación para ti. Para mi es una noche como otra cualquiera. La parafernalia con que la adornais es cosa vuestra, no mia. No me apetece moverme, ni estar andando de acá para allá precisamente una noche en la que los tontos y los menos tontos se lanzan a la calle.

- Pues quédate a dormir. El año pasado estabas aquí -insiste.
- Ya, claro. Gracias, pero no.

Joder, lo que me faltaba. Cierto, el año pasado estaba allí y justamente el año pasado hubiera deseado más que nunca, precisamente en Nochevieja, haber tenido mi propia casa. Pero no pudo ser y no lo pude disfrutar. Mi madre no sabe que después de la temporada que tuve que pasar recluida en su casa yo acabé por odiar mi habitación. Que lo que menos deseo es verme nuevamente entre esas cuatro paredes que se me vinieron encima en más de una ocasión, que me asfixiaron hasta límites insospechados, que me privaron de la razón y de la capacidad para enfrentarme a todo lo que ocurría a diario, que fue una liberación poder salir de alli y recuperar nuevamente mi hogar.

Después del erre que erre navideño, mi madre se queda con su pena y yo con el dolor de su gesto. ¿Porqué no nos ahorramos algún año esta conversación?