viernes, 21 de febrero de 2014

Ilusiones truncadas

Un día antes de que Bruma nos dejara yo la tuve que abandonar sin remedio porque no pude como otras veces meterla dentro del gorrito que mi hija nunca utilizó y que resultaba tan cálido y confortable para transportarla y llevarla conmigo. Tocaba sesión de quimio y estar encerrada unas cuantas horas entre esas paredes frías, blanquecinas, sobre las que resbalan como gotas de lluvia en la verticalidad de los cristales, los miedos de las almas que las habitan en un contínuo y aséptico ir y venir. Con la venia previa del oncólogo de turno que en esa ocasión tenia que darme unas cuantas noticias. La primera, los resultados de una resonancia magnética de la espalda y la zona lumbar que me pidió cuando le dije que tenía un dolor en la parte derecha que no sabía muy bien identificar si era muscular, óseo o del propio riñon. La segunda, los resultados de los análisis previos a la quimio que en esta ocasión incluían también los marcadores tumorales. 

En la resonancia se descartó lo que en otras ocasiones siempre estaba en duda, la extensión del cáncer en las lumbares. Lo único que descubrimos fue una pequeña hernia que era lo que podía producirme el dolor. Un dolor que cuando fui a hacerme la resonancia ya había desaparecido.

En la analítica, como en las anteriores, todo seguía perfectamente. El oncólogo se atrevió a decirme que mis análisis eran mejor incluso que los suyos, lo cual tampoco es que tuviera ningún efecto en mi ya que la gente es muy dada a decirte cualquier cosa aún faltando a la verdad con el fin de que te quedes tranquila por mera comparación. Yo no necesito conocer la analítica de nadie para nada. Son tantos los análisis que he tenido en mis manos, que puedo valorar si son buenos, malos o regulares. Sigo teniendo unos niveles de neutrófilos que están muy por encima de lo que cabe esperar con los chutes de quimioterapia que me meten para el cuerpo. Con respecto a los marcadores tumorales, yo no albergaba muchas esperanzas ya que la vez anterior que me los pidieron hacía ya unos cuantos meses, cuando yo esperaba que hubieran descendido, me encontré con todo lo contrario así que en esta ocasión no iba con ideas preconcebidas sobre el posbile resultado. Sin embargo, para sorpresa mía y creo que también del oncólogo que no debía de creérselo mucho y me los ha vuelto a pedir para el siguiente análisis, mis marcadores están dentro de los límites normales para una persona sana. De cualquier forma y pese a que recibí la noticia con alegría soy bastante cauta cuando la comunico. Prefiero verlo nuevamente impreso antes de ilusionarme e ilusionar a los demás. O mejor dicho, prefiero ilusionarme yo sola antes de que los demás canten victoria.

Mi alegría además duró tan solo unas horas porque me vi invadida por la pena de perder a mi gatita. A veces he llegado a pensar que quizás el haber tenido que dejarla sola ese día fue fatal para ella. Ya ha pasado una semana y la tristeza me parece una compañera inseparable. Podía tener además otro motivo de alegría porque el otro día volvió la menstruación que había desaparecido cuando comenzaron estas aburridas sesiones que tanto hartazgo me producen. Pero las alegrías me duran poco.

Mañana tengo la cita mensual con las prácticas de reiki. Toca dar y recibir en compañía, toca airearse y distraerse. Esta semana he tenido demasiadas cosas que hacer y pocas ganas de hacerlas. Hoy era el único día que no tenía ninguna obligación que me hiciera salir de casa. Encontrar un rato para hacerme mis propias sesiones de reiki, alguna meditación guiada que me abstrae del mundo, prepararme la comida que debo comer o darme un baño relajante ha sido difícil estos días, justo cuando más lo necesitaba. Mañana cambiamos el chip, pasamos página, abandonamos la tristeza y nos preparamos nuevamente para recibir otro chute la próxima semana y comprobar si los análisis vuelven a depararme la alegría de los anteriores porque en ese caso, habrá que tener una charla con el oncólogo para adelantar el nuevo TAC.