miércoles, 26 de febrero de 2014

Un quejío estremece las guitarras y los corazones

Esta mañana se nos atragantó el desayuno al conocer la muerte de Paco de Lucía. Uno no piensa nunca que los genios vayan a morir, no deberían. El talento debería estar premiado con la inmortalidad para un disfrute eterno porque no vale solo con saborear su obra. Es preciso, como en el caso de Paco de Lucía, saborear su persona, dejarse embrujar por su sentido. Ese que le salía del alma y se materializaba entre acordes, punteos y rasgueos de cuerdas. Ese que no podía dejarte indiferente aún cuando el flamenco no sea tu debilidad. Desde luego la mía no lo era pese a que durante unos años de mi vida viví largas temporadas en tierras flamencas y me vi envuelta por el guitarreo y el cante que surgía espontáneo en cualquier rincón y sin duda, a veces, resultaba fascinante comprobar como corre por las venas de algunas personas y lo exteriorizan con un sentir que les sale de las entrañas. Un ambiente donde sin duda, tanto Camarón como Paco de Lucía eran los maestros, los inalcanzables, los genios.

El flamenco se quedó cojo con la pérdida de Camarón porque ambos dos lo sustentaban y lo elevaban. Mañana, cuando enmudezca la guitarra del maestro tras el homenaje que se le rinde hoy en las emisoras de radio que al hablar de música saben de lo que hablan, el flamenco se habrá desplomado en el vacío. Porque vacío es lo que queda cuando los genios nos abandonan. 

Sé que homenajearle con Entre dos aguas es irse a lo fácil con tanto como ha creado este hombre pero siempre me pareció uno de los ejemplos de virtuosismo, de derroche del sentido...


NOTA - Me resulta muy curioso que teniendo en cuenta que entre mis contactos de Facebook más del noventa por ciento lo son por la música, apenas tres o cuatro han hecho alusión a la noticia. Los demás..., siguen con el rollo de siempre lo que aumenta aún más lo cansino que me resulta el pasearme por allí.