lunes, 14 de mayo de 2012

De la mano: una elección

Los años, las experiencias y el observar a la gente me hicieron comprender algo. Las posibilidades de encontrar a alguien con quien desear compartir tu vida y que el proyecto sea un éxito son realmente escasas. En la mayoría de los casos, a lo que podemos aspirar es a compartir una parte del camino. Y bueno..., en algunos casos, que el camino transcurra en una decena de años hasta podría considerarse un éxito. Claro que hay gente que camina una decena de años e incluso más, los hay incluso que llegan hasta el final con la misma persona a su lado. Pero lo cierto es que muchos de ellos caminan por inercia, por miedo a la soledad, por una incapacidad económica ante la separación o por cualquier otro motivo que en nada se parece a un deseo sostenido o a la convicción de que quien está a tu lado es realmente quién tú quieres que esté. Y no hay ilusión en la mirada, ni felicidad compartida sino indiferencia, conformismo, insatisfacción, apatía. Caras inexpresivas, deseos extinguidos, aburrimiento e incluso odio que unos acaban proyectando en el otro por creerles responsables de su infelicidad. Una vez escribí sobre la diferencia entre querer y amar asumiendo que el querer es efímero y egoista. Que el querer es el producto de un espejismo que en un momento dado  nos producen algunas personas porque algo en ellas nos ha seducido. Pero ese algo nunca es la esencia ni la base de la relación y acaba sucumbiendo ante el resto de cosas que no se adaptan a lo que esperamos ver en el otro. De esos te quieros se construyen la mayor parte de las parejas y la mayoría de los fracasos. 

Amar no es más que la seducción del casi todo, tampoco vamos a pedir la perfección para no convertirlo en utopía. No es un espejismo que se desvanece porque no se centra en un algo sino que abarca la personalidad en su conjunto. Es casi tanto como descubrir en el otro a uno mismo y a no ser que no te soportes a ti mismo, lo más probable es que el compartir se convierta en placer porque se percibe el mundo de igual manera y se disfruta de lo mismo. Ir de la mano no se convierte en obligación sino en dicha. Pero cuan difícil es amar... Encontrar otro yo que no convierta la convivencia en un hastío, que no nos obligue a hacer o ser lo que no nos apetece puede acabar por convertirse en un imposible.

Con el tiempo he aprendido a distinguir. Me dejé llevar por te quieros hasta que el precio de los mismos o las consecuencias tuvieron un peso importante en mi vida y quizás por ello, a sabiendas de que podría haber tenido más te quieros con los que darle cierto brillo a mis días, me mantuve alejada de los mismos. Y es por eso, por lo que decidí esperar a un te amo con el que recorrer el camino. Y mientras tanto..., prefiero recorrerlo sola.

The Fountainhead - Someone Like You (1988)