martes, 22 de abril de 2014

Forever... precious!!!



Infinity stretches unlimitlessly
Countless days pass by immeasurably
Anniversaries gutter in the maelstrom
Whirling a snowstorm of lustrous millennium
We couldn't stay together
This couldn't last forever
Senses dissolve into soliloquies
Flooding ascent in synchronicity
But we couldn't stay together
I knew this wouldn't last forever
Forever just one more tie then never
This is the last string to sever
On and on yes it goes on and on
I could stay wherever
I would last forever
Forever just one more tie then never
This is the last string to sever
Forever never forever
This is the last string to sever
I have lost you for ever and ever


Siouxsie & The Banshees - Forever (1995)


martes, 15 de abril de 2014

Tiempo...

Tiempo de relax, de naturaleza, de lectura, de reflexión, de aire limpio, de silencios y charlas amigables, de amor alrededor de la mesa, de paseos y noches estrelladas, de olor a incienso, de calor de hogar...

Tiempo para dar y recibir, para sentarse en el laberinto y reconocerse, para inspirar lavanda, para acariciar y achuchar a Amor, para el ronroneo sanador de Rey, para repartir sonrisas, para perderse en el azul del cielo, para jugar con las nubes, para abrazar los árboles del camino, para respirar profundo, para despertar con el canto de los pájaros, para balancearse en la hamaca, para soñar...




Tiempo de disfrutar...

Tiempo para sanar...

lunes, 14 de abril de 2014

Nadie



¿Cuantas cosas crees que deberías de cambiar en ti?




domingo, 13 de abril de 2014

Monet y sus ninfeas

Quizás sea el impresionismo la corriente pictórica que más me gusta a nivel general. Hay pintores y pinturas que me gustan particularmente, pero si hay un estilo donde siempre encuentro acomodo, ese es siempre el impresionismo. Por la forma de contornear, por el efecto de la luz en las pinturas y por ese colorido suave que sosiega los sentidos. Para disfrutar del impresionismo, nada mejor que hacerlo en su propia cuna y allí, en el mismo París, en el Museo D'Orsay. La pinacoteca impresionista. Y en consecuencia Monet es, de todos los impresionistas, el que más me sustrae de la realidad y me atrapa en sus lienzos aunque hoy me voy a centrar en unos en particular que se encuentran en el Museo L'Orangerie.

Son muchas las obras de Monet que me gustan pero en muchas de ellas hay un elemento común que me encanta disfrutar. Sus ninfeas o nenúfares con los que finalmente crearía una gran colección. Ninfeas de distintas tonalidades, de reflejos de luz varios que las diferencian, de estanques al atardecer y en la mañana. Ninfeas de primavera, más grandes o más pequeñas, de crepúsculos y de veranos. Sus ninfeas salieron del estanque que construyó en el jardín de su casa.

Cuando su situación económica mejoró, Monet compraría una finca en Giverny que se convertiría en su residencia hasta su muerte. En su jardín construyó un puente japonés sobre un estanque con plantas exóticas que se convertirían en una de sus pasiones llegando a pintarlas en más de doscientas ocasiones muchas de ellas en lienzos de grandes dimensiones que obligó al artista a construir en su finca ateliers acordes a sus necesidades. 

Antes de suscumbir al encanto de estas pinturas de Monet, lo hice al preciosismo de los nenúfares que descubrí en un estanque en el Amazonas donde me quedé un buen rato extasiada con su contemplación. 



A mi me cuesta trabajo decidirme por un cuadro en especial. Todos tienen un encanto propio. Un color que los ilumina, un tiempo, una mirada y un trazo del pintor que todos los días se escondía en un rincón del Jardin del Agua para regalarnos en los lienzos la belleza de su mirar, el encanto de las ninfeas cambiantes con el discurrir de los días y las estaciones. Todos tienen su propia razón de ser.
Monet convirtió sus ninfeas en sus propias ninfas.

martes, 8 de abril de 2014

Te soñé...

Anoche te soñé. Sin quererlo, o quizás porque lo quiere una parte de mi que no acabo de controlar. De cualquier forma, eras tú solo en aspecto. Porque el soñar es libre y es capaz de construirte lleno de ternura con una pizca que en alguna ocasión se te escapó en alguna mirada o en alguna palabra descontrolada que pronunciaste cuando ya no eras tan dueño de ti. Te soñé y te amé sin miedo porque no eras tú, porque no hacías daño, porque te agarrabas a mi con fuerza, porque no desaparecías. 

Te soñé y te amé un poco más solo porque soñando me amabas.



lunes, 7 de abril de 2014

Mode meloso on



Qué bonita!!! Uno de esos encantos musicales mios inconfesados. Entran ganas hasta de ser novia.

 ...para darnos el más dulce de los besos, recordar de qué color son los cerezos, sin hacer más comentarios...

Somos novios






viernes, 4 de abril de 2014

Un acto de egoísmo

El otro día pensaba que la decisión que tomé de traer hijos a este mundo fue muy egoista por mi parte. Que en lugar de pensar en ellos me dejé llevar por el propio deseo de vivir la maternidad, de asumir la responsabilidad que ello supone, pensando siempre en las implicaciones a nivel personal que tendría un hecho como ese. Igual que cuando ahora me asalta nuevamente el deseo de ser madre. Ahora, a pocos días de que mis hijos cumplan quince años, creo que hubiera sido mucho mejor haber mantenido la idea inicial de vivir esta vida en estado estéril. Pero no porque la maternidad me resulte frustrante o no me haya aportado lo que esperaba. Todo lo contrario, mis hijos a nivel personal me han aportado cosas que jamás hubiera imaginado. Ser madre tiene, como todo, momentos amargos y momentos dulces pero estos, compensan con creces cualquier otro. Cumplí mi deseo y la vida me regaló no solo una, sino dos vidas para disfrutarlas. 

El otro día, esperando en las oficinas de la Seguridad Social para entregar una documentación, estaba sentada delante mío una mujer con un bebé que apenas tendría unas semanas y que se ovillaba en el pecho de su mamá, con los puñitos cerrados, durmiendo plácidamente y acunado seguramente por los latidos del corazón que le dio la vida.  Era incapaz de dejar de mirarles. Recordaba cuantas veces yo los tuve asi, disfrutando de su olor, de su calorcito, de sus caritas felices, de su vivir despreocupado, de su dormir sosegado... Y deseé, deseé volver a tener nuevamente una vida en mis brazos. Sin embargo, me di cuenta que no pensaba más que en mis propias emociones, en todo aquello que a mi me ha deparado el hecho de ser madre y me olvidé una vez más de pensar en esas vidas que traemos a este mundo. Recuerdo que en un ataque de ira, cuando tenía 16 años, le reproché a mi madre precisamente eso, que me hubiera traído a este mundo sin sentido donde todo suponía un esfuerzo. Y a veces pienso que quizás mis hijos puede que acaben por reprochármelo a mi también y no tendría argumentos para defenderme porque en realidad, fue la necesidad de satisfacer un deseo personal lo que les hizo habitar este mundo.

Cuando te planteas que nos hemos socializado y desarrollado para destruirnos y destruir todo lo que nos rodea. Cuando piensas en lo tremendamente difícil que es escapar de las garras del sistema que todo lo engulle. Cuando eres consciente de que todo a tu alrededor está enfermo porque lo hemos envenenado. Cuando sabes que el interés económico de unos pocos está orquestando la vida de todos sin el más mínimo escrúpulo. Cuando ves a tu alrededor cómo las enfermedades empiezan a hacer mella cada vez a más temprana edad. Cuando asumes que no hay rincón en este planeta en el que estés a salvo. Cuando piensas que revertir todo esto es prácticamente imposible o que la única posibilidad es un estallido mundial que se cobre la vida de millones de personas y quizás, solo quizás, se consiga así construir sobre las ruinas  una sociedad totalmente distinta.

Piensas.... ¿Cómo he sido capaz de traer a mis hijos a este mundo? ¿Cómo no pensé en lo que les iba a ofrecer? Y claro, siempre hay pequeñas cosas que te aportan felicidad aunque vivas inmerso en este mundo hostil. Y procuro enseñarles a buscarlas. Pero eso no quita para que yo siga pensando en lo egoista que un día fui y en sus consecuencias.


miércoles, 2 de abril de 2014

Böcklin y La Isla de los Muertos

De las cuatro versiones de La isla de los muertos que realizó Böcklin y que aún se conservan (parece que una quinta fue destruida en la Segunda Guerra Mundial), esta es la que más me gusta. Fue la tercera versión, realizada en 1883 sobre tabla al igual que la primera pero con claras diferencias fundamentalmente en la luminosidad. Fue comprada por Adolf Hitler en 1943 y estaba expuesta en el Reichtag hasta que en 1945, con la entrada de los rusos en Berlín, la pintura desapareció y no aparecería hasta 1979. Está expuesta en un museo de Berlín. 

A mi me entran ganas de ir de visita a la Isla aunque creo que el viaje es solo de ida.



Otra Isla de los Muertos que se grabó en mi memoria fue la que realizó H.R. Giger basándose en las pintadas por Böcklin y que no se llama La isla de los muertos sino Böcklin precisamente en homenaje al pintor.

Cuantas veces me habré quedado ensimismada mirando esta imagen y pensando que efectivamente esta isla si que no tiene camino de retorno. Lo que si que tiene es un magnetismo especial, por lo menos para mi. Sólo mirándola parece que te atrape sin que puedas ya alejarte de allí. Y a veces, ni ganas tenías de volver.