jueves, 4 de julio de 2013

Hot Time

Era tal el frío de la sala que hacía inevitable que no se te erizara cada poro de la piel y al tiempo, mis pezones se tensaron y endurecieron. Estaba tumbada en bragas sin saber muy bien lo que me deparaba el futuro inmediato. Me propuse relajarme, olvidarme por un momento de mi misma y mis neuras. Orquesté una respiración que sosegara los latidos de mi corazón que se habían desbocado al tumbarme y cerré los ojos para abandonarme. Oí su voz diciendo:

- Cuando yo te diga, empezarás a notar un calor que te invadirá todo el cuerpo. No te asustes. Lo sentirás incluso en la garganta.

Dije mentalmente: vale. Y empecé a pensar como sería ese calor, qué sensaciones me devolvería. Y seguí respirando tratando de encontrar el compás apropiado para mi corazón.

- Empezamos -dijo. Pon los brazos extendidos sobre la cabeza.

Llevé los brazos por encima de mis pensamientos y noté el movimiento hacia adelante y luego hacia atrás. Lento. Y no quise abrir los ojos. Se repitió el vaivén unas cuantas veces y de pronto cesó.

De repente estaba de nuevo a mi lado. 

- Debes tener algún brillantito en tus bragas.

Hice un esfuerzo mental por salir del ensoñamiento en que estaba para pensar en si mis bragas tenían algún adorno incómodo.

- Puede ser -logré articular.
- Pues tengo que quitártelas. No te muevas, por favor.
- Está bien.

Sus manos se acercaron a mis caderas y tiraron de mis bragas con poco miramiento mientras que yo pensaba: solo falta que ahora me diga, ábrete de piernas. Y la mente se me esfumó en escenas vividas en otros momentos. Abrí ligeramente los ojos para cerrarlos nuevamente cuando mis bragas quedaron a la altura de mis rodillas.

- Con eso me vale -dijo.

Y no contesté. Me limité a abandonarme nuevamente. A volver a la respiración consciente y relajada. 

- Recuerda el calor -me repite. Te avisaré. 

Y el vaivén comenzó nuevamente. Adelante, atrás. Adelante, atrás. Y una voz.

- Lo voy a introducir, vale?

No contesto. Mis brazos siguen inmóviles sobre mi cabeza y espero. De repente me empieza a inundar. Un ardor se empieza a extender por mi cuerpo. Lo noto recorrer mis brazos, alcanzarme la garganta con una sensación extraña que me llega al cerebro para trastocarme y baja. Puedo sentir por donde me va recorriendo. El frío de la sala se extinguió hace rato, no por inexistente sino porque lo olvidé. Mi pecho, mi estómago, mi vientre,  tienen un calor que emana de las entrañas. Y desciende lento hasta alcanzarme el sexo. Me cosquillea de tal forma que ya no sé muy bien donde me encuentro. El vaivén se había reanudado aunque yo seguía poseída por la sensación caliente que empezó a humedecerme. Qué experiencia. El miedo que me atenazaba al entrar se escapó por la cavidad de mi sexo. La respiración consciente se volvió inconsciente y descontrolada. Y ahí seguía el vaivén meciéndome unos minutos más hasta que cesó. 

Fin.

Esto podría parecer el inicio de un relato caliente de los que he escrito en otras ocasiones pero no es ni más ni menos que la descripción de un TAC abdominal con contraste que me han realizado esta mañana. Y de lo que por ahora no tengo ganas de hablar. Tal cual lo he contado, sucedió. Me he saltado toda la parafernalia inicial de introducirme la vía en la vena para que pudieran introducirme el contraste. Por lo demás, así fue y así pasó. Mi amiga  MJ me ha preguntado si la prueba había resultado desagradable. ¿Desagradable? Luego la escribo y te la lees, le he dicho. Dentro de lo malo, ponerle algo de humor al tema y asumir que desde luego la prueba tiene de todo, menos de desagradable, ayuda a pasar estos días. He llegado a casa con el deseo contenido y el parrús casi licuado en mis bragas. Creo que hoy toca..., Bernabé.