jueves, 23 de enero de 2014

El aborto de Gallardón

Mientras escribía el nombre del post pensaba que no podía haber sido más apropiado ya que este señor es más probable que lo haya abortado su madre, aunque por desgracia para nosotros demasiado tarde, a que lo haya parido. Desde que en 1977 inauguramos el período democrático en este país, se necesitaron nada menos que 33 años (antes se fueron dando pasitos) para que nosotras, las mujeres, dispusiéramos de una ley de interrupción voluntaria y libre del embarazo a la altura de nuestras necesidades. Libertad que no debería haberse cuestionado nunca, que es intrínseca a nosotras pues somos únicamente nosotras las que tenemos la facultad de hacer que se desarrolle un cigoto para convertirse en embrión, posteriormente en feto y finalmente en neonato. Es a partir de este momento cuando se puede hablar, cuestionar, legislar y todo lo que resulte oportuno para proteger esa nueva vida. Antes del parto esa vida no existe más que como parte de la nuestra y somos por tanto nosotras las que debemos decidir si queremos permitir ese desarrollo, si queremos asumir la maternidad, condición muy distinta de la de paternidad y de la que no voy a hablar ahora porque da para un buen ladrillo el tema.

¿Tienen acaso los hombres una idea clara de lo que supone la maternidad para nosotras? Dúdolo mucho. Ni siquiera las mujeres que no han sido madres pueden tener una conciencia clara y exacta de lo que supone. Las implicaciones físicas en sus inicios y psíquicas con posterioridad inherentes al papel de madre no pueden ser valoradas más que por quienes las han experimentado. El resto, puede tener una ligera idea, puede tener una opinión pero en ningún caso debería permitírsele a nadie que no lo haya vivido en sus carnes que legisle sobre un tema que no debería de estar legislado salvo para asegurar que las interrupciones de los embarazos se realicen por personal y centros acreditados de forma que las mujeres dispongan de la atención que se precisa.

Si observamos como se ha ido desarrollando la legislación del aborto a lo largo de los años, veremos que los avances más significativos se produjeron cuando eran mujeres las que tenían la responsabilidad de la ley. Empezando por Federica Montseny, ministra de sanidad en la Segunda República que lo despenalizó para ser nuevamente penalizado en el franquismo, hasta el año 2010 en que por fin se aprobó una ley que nos devolvía la libertad robada con una ministra de igualdad y una ministra de sanidad en el gobierno de Zapatero. Y podemos hacer otra lectura, los avances en esta materia siempre vinieron de gobiernos con ideología de izquierdas puesto que la derecha siempre impone sus criterios restrictivos a todos los asuntos y han de pasar primero por el tamiz cristiano y su empeño por coartar las libertades de todos, cristianos y no cristianos. ¿Quiere esto decir que las mujeres conservadoras, cristianas, católicas y apostólicas no abortan y que por ello a las demás no nos debe estar permitido? Pues no, señores. Como siempre que se trata cualquier asunto relacionado con la religiosidad que impone unas normas de conducta a sus fieles, las normas se las saltan a la torera cuando les viene bien, cuando les resulta necesario, cuando les parece oportuno. Eso si, mantienen la privacidad porque de cara a la galería ellos son fervientes seguidores de la norma y por otra parte, no hay nada que no se solucione con tres padrenuestros que les otorga la absolución de sus pecados. Y así es como viven ellos, con su propia falsedad e imponiendo su criterio al resto como en el caso actual.

Bien, pues de esta forma hemos llegado a estas fechas en las que un gobierno retrógrado, impregnado del catolicismo más exacerbado de toda la democracia, nos devuelve a los tiempos del franquismo en esta materia. Prohibiendo, como siempre, porque es así como gobiernan. No es solo que a ellos les parezca mal el aborto, es que si a ellos no les está permitido abortar porque así se lo impone su iglesia, aquí no aborta ni dios. Porque lo digo yo, como mi padre. Y la opinión de las mujeres les es tan indiferente como las mujeres en si. Ya sabemos, "Cásate y sé sumisa". Y una mierda!!! Y su iglesia se infla de placer con cada retroceso, con cada libertad perdida, teniendo que soportar de esta forma no solo la prohibición del gobierno sino la desfachatez con la que los crecidos clérigos tratan los asuntos. Por supuesto, también de cara a la galería, porque de puertas adentro se permiten el lujo de perpetrar las mayores fechorías, son capaces de destrozar la vida, que ya parece no importarles tanto, de los que en su día fueron unos neonatos que las mujeres trajimos al mundo con todo el amor que la maternidad nos otorga, utilizándolos para su complacencia sin el menor sonrojo ni el más mínimo atisbo de culpa. Son capaces de trivializar el aborto con declaraciones como las del sr. cardenal Sebastián que se está cubriendo de gloria cada vez que abre la boca para opinar sobre algo y que a propósito del aborto dijo: "Todas las mujeres que quieren abortar lo que buscan es quitarse del medio a sus hijos para disfrutar de la vida". En fin, la ignorancia es siempre muy osada y carece de vergüenza.

Pues bien, Sr. Gallardón, seamos honestos. Usted sabe perfectamente que con su ley no va a evitar los abortos, que con ella lo único que hace es poner en peligro la vida de las mujeres que frente a una maternidad no deseada y que es para toda la vida, preferirán jugársela y recurrirán al aborto clandestino como antaño. Ese que se llevó tantas vidas de mujeres por delante salvo las de las afortunadas con poder adquisitivo suficiente como para volver a practicar el turismo abortivo. Pero que imagen más estupenda para su electorado con esta ley. Se habrá ganado un sitio en su cielo cristiano legislando contra natura porque en el reino animal, al que pertenecemos y del que usted es uno de los mejores ejemplos, las hembras se deshacen de sus crías por diversos motivos. Póngase usted a legislar esos asesinatos. Dígales a las monas que matan a sus crías enfermas que tienen que sacar adelante a su descendencia sean viables o no pero déjenos en paz a nosotras, por favor. Preocúpese por el bienestar de los nacidos, por su educación, por su salud y su sanidad, por su futuro, por los niños no deseados y maltratados. Y si quiere preocuparse de nosotras, legislen para que la maternidad no sea una carga como lo es para las mujeres trabajadoras, para que la podamos disfrutar como se merece, para que dispongamos del tiempo que requieren nuestros hijos sin cargar con el estigma de madre-trabajadora en las empresas, para que dispongamos de sueldos dignos con los que alimentarlos. Tiene tanto trabajo por hacer..., que no me explico porque pierde el tiempo con nuestros cuerpos y lo que hacemos con ellos.

Sobre mi cuerpo decido yo.
Sobre si quiero o no ser madre, decido yo.
Sobre el momento en que he de quedarme embarazada, decido yo.
Sobre si he de criar a un hijo con malformaciones o enfermedades, decido yo.

SOBRE LO QUE HA DE SALIR DE MI COÑO, DECIDO YO.