viernes, 3 de enero de 2014

Mis dulces de navidad

Pues ya están en casita. El nene, TRECE, y la nena, BRUMA, ya forman parte de la family. De dos en dos, para no variar. Niño y niña, para no variar también. Son tan preciosos y dulces que me los voy a comer. Ya que el azúcar me lo tengo prohibido y que no voy a poder catar el roscón de reyes con nata iré saboreando poquito a poquito, mientras crecen, a estos dos chiquitines que están casi educados ya. Me muero de amor...


Regalito de navidad para hacer más agradables nuestros días. Desde que perdí a mi perra no había vuelto a tener animalitos en casa porque me costaba mucho trabajo. Y durante muchos años he tenido que controlar el deseo de mis hijos por tener una mascota con la que crecer. Pero a mi me costó mucho superar su pérdida y más aún el haber tenido que sacrificarla. Nunca olvidaré su mirada mientras se le escapaba la vida entre mis brazos y me dije a mi misma que no quería volver a pasar por eso nunca más.

Pero bueno, han pasado muchos años. Estos peques estaban abandonados y yo tenía una necesidad. Un poco egoista, lo sé. Porque mis hijos también han tenido esa necesidad desde que eran muy pequeños y yo se la negué. De cualquier forma, ahora están agradecidos y tan encantados como yo. Y sé, que cuando tenga una casa en la que un perro pueda vivir feliz, volveré a repetir. Siempre quise tener un gatito. De hecho, con quince años aparecí con un gatito muy parecido a TRECE pero en mi casa me dieron con la puerta en las narices cuando me vieron con él en brazos y al final, me dejaron pasar una noche con él y salir al día siguiente a regalarlo.  Así que tenía esa espinita clavada. 

Pero sé que un gato no es lo mismo que un perro. Los gatitos son animales caseros y aunque te ofrezcan amor creo que no es comparable al lazo que te une a tu perro. Pero bueno, todo eso ya llegará. Cuando se pueda. Por ahora, TRECE está durmiendo en su cunita-barco y BRUMA está en los brazos de mi hijo. Hemos jugado un ratito con ellos por la casa y les hemos dejado que husmeen y se vayan acostumbrando a su nuevo hogar.

Ahora nos toca a todos acoplarnos a nuestra nueva vida en común. Yo a recordar cuando daba biberones que ahora se sustituyen por pienso y latitas de carne, cambiamos pediatra por veterinario y pañales por arenero. Todo un poco diferente pero similar. Y yo hoy no puedo evitar el recordar a mi perra con un poco de tristeza.