lunes, 30 de diciembre de 2013

Mis almas gemelas - II

Pensé que esa sensación, ese sentir del que hablé en Mis almas gemelas - I no volvería a sentirlo nunca más. De tan especial que me pareció, en parte porque no lo había sentido nunca y el paso de los años me fue demostrando que aquello no se repetía con nadie, creí que sólo era posible vivirlo una vez en la vida. Sin embargo, veinte años después me asaltó nuevamente. Si hablo de ello es porque lo sentí de la misma manera, porque apenas necesité ver a esa persona. Apareció y lo vi de espaldas y a cierta distancia pero la sacudida interior estaba de nuevo ahí. Traté de abstraerme de esa sensación y seguí a lo mío como si nada hubiera ocurrido en mi pero no había transcurrido mucho tiempo cuando sin saber muy bien como, estaba delante mío hablándome.  A partir de ahí, el mundo se convirtió en nebulosa como ha ocurrido siempre cada vez que ha estado a mi lado y aún con todo, pese a que me hubiera ido al fin del mundo con él, yo me marché de allí. Y es que los años, me habían cambiado. Y mi corazón estaba dolido con la vida y todo estaba patas arriba en ese momento como para lidiar con ese sentimiento.

De cualquier forma, hablo de ello solo por una razón. Porque yo lo sentí así, como antaño, con la fuerza que te arrastra, con ese no querer separarse nunca. Sin embargo creo que cuando el sentimiento no es mutuo es que el sentimiento no debe ser tal. Creo que la fuerza de la que hablo capaz de unir a dos seres, la que llega a resultar irresistible, debe ser sentida por los dos porque no es voluntaria, no nace del deseo ni del amor sino que sale de las entrañas de cada uno, se siente sin poderlo evitar, existe aunque quieras negarlo, se enreda un alma con la otra y de poco sirve la razón.

Aún con todo lo contado, yo tuve la oportunidad de vivirlo, tuve la oportunidad de averiguar si lo que en su día me pareció, realmente era así, si de cualquier forma y pese al tiempo que había transcurrido, el sentimiento del primer día tenía sentido años después. Y apenas necesité un momento para verme nuevamente transportada. Y me dejé llevar envuelta de miedos, de razones en mi vida por las que aquello no podría tener ningún recorrido, razones que olvidaba entre sus brazos y que me atormentaban en la distancia. 

Y así se perdió casi todo, entre el quiero y no puedo. Se marchó y se perdió el abrazo. Pero yo no perdí el sentimiento. Y es que al final, son esas almas que nunca puedes dejar de amar. Cada vez que quise decir adiós me vi arrastrada por esa fuerza que tira de mi y me empuja sobre él, mi yo se olvida del mundo, mi gesto se hace otro, me relajo, me dejo llevar y me siento el ser más feliz del mundo. 

Solo por un instante, solo para verle marchar de nuevo.

La historia también tiene una banda sonora. Siempre teñida de azul. El del mar, el de unas paredes, el de unos ojos y el de la tristeza. Pero no la voy a poner.