lunes, 18 de noviembre de 2013

Tardes de paseo y reflexión

Naturoterapia. Así es como denomino yo a ese acercamiento a la naturaleza que me renueva y que no es la acepción clásica de la palabra aunque para mi este envolverme de olor a campo, de colores verdes y ocres, de ese evadirme de lo urbano, tiene los mismos efectos que el mejor de los medicamentos. No tengo que irme muy lejos. Enfrente de mi casa hay un pequeño monte de pinares, no tan bonitos como los albares que crecen apiñados luchando por los rayos de sol y que te envuelven y te esconden pero lo suficientemente tranquilo y solitario como para que a mi me sirva de refugio. 

Cada vez me resulta más asfixiante este vivir rodeada de asfalto, de contaminación, de tráfico incesante, de caras crispadas, de tiempos perdidos en ir y venir. Así que aislarse por unas horas, silenciar el hartazgo y tener tiempo para pensar, para calmar, para musicalizar el día me devuelve a la realidad con ganas renovadas. 

Estoy cansada. Sigo sin tener muy claro que esta agresión a la que someten mi cuerpo sea la mejor forma de sanarse y una vez más me he replanteado el tomar las riendas por mi misma, hacerle caso a la intuición, dejar a un lado los venenosos remedios y confiar en la propia capacidad del cuerpo humano para superarse a sí mismo. Sin embargo, me vuelven a frenar los miedos de los demás incluso el de aquellos que ofrecen otras terapias como el "médico del abrazo amoroso". Un médico que he visitado ya en dos ocasiones y que cuando terminó su carrera decidió seguir un camino distinto y ampliar conocimientos por vertientes que sólo unos pocos de la medicina tradicional consideran dignas de ser tenidas en cuenta y sin embargo, yo creo que esas técnicas que no sólo recogen el estado físico del cuerpo, sino también una preocupación por los desencadenantes, por el estado mental que es en gran medida el motor del volver a la vida, son los aspectos más importantes para abordar cualquier enfermedad. La primera vez que fui a verle me hizo un amplio interrogatorio sobre mi vida, sobre mi estado de salud en general y sobre como estaba afrontando este "episodio" y lo primero que me recetó fue un libro con lo que yo empecé a encantarme con él. Evidentemente, salí de allí con algún tratamiento más además del que personalmente te hacen en la consulta pero el libro me pareció el mejor de los regalos. Es como cuando alguien me regala una canción y yo me siento más feliz que si me hubieran regalado el mayor de los tesoros. El médico me sorprendió en la primera cita porque después de pasar un rato en el que le debieron de resultar divertidas algunas de mis ideas sobre mi vida o sobre como había afrontado algunas cosas, al despedirse me dio uno de esos abrazos de los que hace unos días escribía y yo me sentí un poco desconcertada. Hace unos días, en plena crisis sobre el mejor camino a seguir, tenía nuevamente cita con él. Le agradecí el libro que me había "recetado" y le expliqué lo que rondaba por mi cabeza con respecto a mi tratamiento en el hospital. Pero él levantó el último informe médico que le llevé y me dijo:

- ¿Has visto esto? 
- Si. Está bien, ¿no?
- No, no está bien. Esto es espectacular. Sigue el camino que estás siguiendo porque lo estás haciendo fenomenal. No dejes el tratamiento pero sigue abordando todo como lo has hecho hasta ahora porque todo lo que haces está reflejado aquí. Cuando todo pase, no te preocupes, que nosotros te cuidaremos para que te recuperes sin dejar rastro en tu cuerpo.

Por fin alguien de la rama médica demostraba cierto entusiasmo por mi recuperación. Cuando me marché, recibí un nuevo "abrazo amoroso". Como un chute de energía positiva que me hizo levitar lo que restaba de día.

Estas, entre otras, son las cosas que rememoro y sobre las que reflexiono en mis tardes de paseo.


Pienso además en aquellas cosas que hago, en como las vivo y me enfrento a ellas. Me doy cuenta de que la vida me sale al encuentro con situaciones del pasado quizás para saber si la experiencia me ha servido de algo. Y me desespera darme cuenta de que no es así. De que vuelvo a quedarme atrapada en algunas situaciones que no sé como manejar y que ese no saber y no entender, me agota mentalmente. Creía que había  aprendido a despegarme y no ha sido así por lo que tanta terapia mental a la que me he sometido solo me ha valido en algunos aspectos y mientras que no sea capaz de cambiar en todos tampoco seré capaz de sanar.

Llegan los días grises, el frío y las lluvias y con ellos se me escapa la posibilidad del deambular por el silencio. El cielo ya barruntaba el cambio en el último paseo que di. Una vez más, he decidido apartarme de la vida social. El fin de semana ha tenido demasiadas actividades, todas ellas placenteras pero sé que aún necesito tiempo. Tiempo para cuidar de mi, tiempo para enraizarme en el nuevo camino, tiempo para calmar la mente. Escaparse un día, está bien. Saltarse las normas de vez en cuando es incluso necesario pero ocupar la agenda en exceso aún no es posible y yo aún tengo una prioridad por encima de todas y esa prioridad soy yo. Lo demás llegará a su debido tiempo y yo lo recibiré con los brazos abiertos.

Estaba empezando a perder la costumbre de ponerle música a los posts y a mi me gusta abrigarlos con un poco de calor musical. L'Avenir es uno de mis últimos descubrimientos. El proyecto de un músico de Baltimore, Jason Sloan,  cuyas influencias no podían dar mejores resultados. Dark Sound for a Dark Day.

L'Avenir - The Wait (2013)