lunes, 29 de abril de 2013

Mi burbuja

No sé exactamente en qué momento de nuestra vida es cuando  construimos nuestra particular burbuja. Y si digo nuestra es porque todos, conscientes o no, caminamos inmersos en ella. No sabría decir si ya nacemos con ella o si por el contrario nos sale al paso con los años. Lo cierto es, que en mi caso, yo fui consciente de su existencia cuando era adolescente y nunca antes noté su presencia. La burbuja, la mía y la de todos, es la que marca las distancias. La que nos coloca ante las cosas y las personas en el lugar adecuado para que no nos sintamos agredidos por nada. Es tan moldeable que te permite alejarte o aproximarte al entorno tanto como sea necesario para hacerte sentir bien. Por ello, cuando las distancias no son necesarias, parece no existir, se adhiere a tu piel como si fuera esta su esencia. Y sin embargo, nos encargamos de alejarla cuanto sea necesario a medida que las cosas o las personas nos son más extrañas y en muchos casos, el límite de nuestra burbuja se adapta, en el caso de las personas, al límite de la de los demás. Es decir, la distancia entre tú y yo viene determinada por la longitud de nuestras propias burbujas que al respetarlas, nos permiten establecer una cómoda relación entre los dos. Uno es más consciente de su burbuja cuando tropiezas con alguien que no utiliza esta medida para el acomodo. ¿No te has sentido nunca incómodo ante alguien? ¿No has reculado nunca ante la proximidad, no te has apartado aunque sea un palmo porque te  habías sentido invadido? Tu burbuja es tan tuya que tú decides donde pones el límite y nunca los demás.

Mi burbuja es de color de rosa, aunque no se ve. Y no me preguntes porqué. Al igual que cuando la pienso, de forma extraña, se asocia con el Aleph de Borges. Bueno, creo que esto tiene una razón que está encerrada en un papel que alguien me escribió un día y que, puesto que sé donde está guardado, tendré que releer si lo quiero averiguar. O quizás si se lo pregunto, él recuerde el porqué. De cualquier forma, el Aleph de Borges es aquel lugar desde donde se puede admirar toda la dimensión del universo porque todo está en él contenido, así que quizás yo prefiera no saber porqué y seguir pensando, para mantener el encanto,  que mi burbuja tiene algo de Aleph.

Hay otra burbuja que también nos acompaña y que tiene una dimensión mayor aunque no deja de ser tan personal como esta, es  la burbuja del bienestar. Con la que envolvemos nuestra vida y donde los cambios no son siempre bienvenidos por un temor a perder la seguridad que nos aporta el entorno que nos hemos construido y que nos es tan familiar. Pero de esta hablaremos en otra ocasión si es que se tercian las ganas.

Y ya que ha salido a colación y mi biblioteca está llena de libros de Borges, no estaría mal perderse nuevamente en la literatura ciega de este escritor que tanto me hizo disfrutar. Lo que yo digo, releer y dejar de comprar.

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