Estoy un poco cansada porque llevo unos días sin parar pero no quería dejar pasar el momento para escribir sobre esto. Cuando vas a una manifestación y en tu recorrido pasas al lado de una fila interminable de antidisturbios armados hasta arriba, protegidos de la cabeza a los pies, muchos con mirada altiva a los que parece que les molesta que les dirijas siquiera la mirada, no acabas de entender muy bien el entramado social que tienes ante los ojos porque se diría que todos los que estamos frente a ellos somos considerados enemigos suyos cuando al fin y al cabo somos nosotros los que pagamos sus sueldos y a los que deben de proteger. Les ves tan sumamente parapetados que no puedes evitar sentirte un poco intimidada y agredida por una vestimenta propia de una guerra mientras que tú apenas vas protegida con una sudadera y llevas las manos vacías. Pero lo peor de todo es cuando sigues avanzando y te tropiezas con aquel que encima se mofa de los ciudadanos que no solo reclaman derechos para si mismos sino también para este engendro uniformado que entre risas le comenta a su compañero: mírales, si es que usan léxico de la guerra civil. Y se queda tan ancho y orgulloso con lo cómico que parece resultarle el espectáculo. Y tú, atónita, no sabes muy bien que hacer pero no puedes evitar el deseo incontenido de patearle como seguramente él haría unas horas después con aquellos de los que se reía. Y de ninguna de las maneras me arrepiento de mis sentimientos. No me considero violenta en absoluto. Muy al contrario, cuando me he visto envuelta en situaciones violentas, la mayor parte de las veces he tratado de apartar a la gente a riesgo de llevarme yo las hostias pero lo que si he de reconocer es que hay momentos en los que no hay otra salida posible.
No sé muy bien como comienzan los incidentes en una manifestación porque todos siempre echan las culpas a los de enfrente pero independientemente de quienes empiecen, lo que creo que no se puede negar es que a partir de ese momento se inicia una batalla campal, una guerra en la que todos se defienden y todos atacan. Iba a decir por igual, pero creo que no es comparable la protección con la que cuentan los pobrecillos antidisturbios (armadura corporal, escudos, cascos, botas hasta las rodillas) con la que tienen los que van a pelo (sudaderas, cazadoras, mochilas, deportivas y... algunas capuchas, es verdad). Ni tampoco me parecen comparables las armas que llevan los tristemente tratados antidisturbios (porras, escopetas para bolas de goma, gas lacrimógeno) con las de sus oponentes (piedras, adoquines, algun bate de beisbol y cohetes pirotécnicos). Aún con todo, habiéndote librado por los pelos de verte en medio del berenjenal, si intentas enterarte de qué está pasando realmente en las calles, te encuentras con las noticias de siempre. Los violentos, que no son otros que los ciudadanos, a los policías no se les tacha nunca de violentos quizás porque la violencia es intrínseca a ellos o me lo parece a mi, están masacrando a unos indefensos antidisturbios pese a la ristra de armas que portan. Y las imágenes son horribles. Gente que lanza piedras y aporrea vehículos blindados, contenedores incendiados, cristales rotos y unos pobrísimos policías malheridos que visto lo visto, deberían de plantearse cambiar todas sus armas y protecciones por las de los "violentos" que parecen resultar más efectivas cuando finalmente se presentan las cifras de heridos. Apenas unos pocos subversivos, antisistema y unos muchos policías. Qué triste!!! Tendremos que llevarnos las manos a la cabeza por lo brutal que resultan los chicos que participan en la guerra.
Y qué pasa con los detenidos? Aquí claro solo se pueden presentar cifras de un bando. Porque a los policías no se les puede detener cometan las barbaridades que cometan porque están en su derecho. Es su trabajo. Para eso les pagamos, para que nos detengan, para que nos cacen como buenos pperros y por eso se ríen en nuestra jeta cuando pasamos a su lado, porque saben que nos pueden patear impunemente y es con lo que disfrutan algunos, dando rienda suelta al instinto asesino incapaz de discernir donde está el verdadero enemigo.
Tras las detenciones, los cargos. Y rizando el rizo no se andan con chiquitas, no. Intento de homicidio es a lo que han llegado en esta ocasión. Porque lanzar piedras o adoquines a estos defensores de los ciudadanos es un intento de homicidio pero disparar pelotas de goma a la cabeza de los "salvajes violentos", provocando muertes, pérdidas de ojos, de testículos y demás, eso no lo es. Eso, si acaso se tiene en cuenta como agresión, se queda en un pequeño delito de lesiones sin apenas trascendencia.
Y así es como estamos. Con lo social patas arriba. Todo desmantelado sin que podamos patalear. Sin defensores de nuestros derechos pero no vencidos.
Sra. Cifuentes, no tiene usted pperros suficientes para callarnos.