sábado, 15 de marzo de 2014

Ataque vespertino

Coyote Ugly es una película que cada vez que la veo, al igual que la primera vez hace unos años, consigue que todo mi ser empiece a bailotear feliz y de a poquito hasta el momento final de eclosión. Mi hija, que cada vez va desarrollando una personalidad más parecida a la mía, lo cual no tengo muy claro si es bueno o malo, tenía hoy ganas de verla así que hemos dedicado nuestra sobremesa a este entretenimiento y no me queda más que agradecerlo por que me sentía necesitada de cierto chute de ilusión y la ilusión a veces se esconde en las cosas más simples. En este caso, venia de la mano de una película y una canción.




A falta de la barra de un bar como el Coyote yo me he puesto en pie sobre el sofá de casa, cosa que a mi hijo no parece haberle gustado mucho porque dice que si lo hicieran ellos yo estaría echándoles la bronca, para darle rienda suelta a la ilusión que por hoy se ha convertido en compañera. He subido el volúmen del TV y nos hemos despedido de la película bailando como una coyote cualquiera. A mi hijo le he dicho que creía haberme ganado el derecho a pisotear el sofá y a bailotear sobre él tanto como quisiera. Algo así como cuando seas padre, comerás huevos.