Coyote Ugly es una película que cada vez que la veo, al igual que la primera vez hace unos años, consigue que todo mi ser empiece a bailotear feliz y de a poquito hasta el momento final de eclosión. Mi hija, que cada vez va desarrollando una personalidad más parecida a la mía, lo cual no tengo muy claro si es bueno o malo, tenía hoy ganas de verla así que hemos dedicado nuestra sobremesa a este entretenimiento y no me queda más que agradecerlo por que me sentía necesitada de cierto chute de ilusión y la ilusión a veces se esconde en las cosas más simples. En este caso, venia de la mano de una película y una canción.
A falta de la barra de un bar como el Coyote yo me he puesto en pie sobre el sofá de casa, cosa que a mi hijo no parece haberle gustado mucho porque dice que si lo hicieran ellos yo estaría echándoles la bronca, para darle rienda suelta a la ilusión que por hoy se ha convertido en compañera. He subido el volúmen del TV y nos hemos despedido de la película bailando como una coyote cualquiera. A mi hijo le he dicho que creía haberme ganado el derecho a pisotear el sofá y a bailotear sobre él tanto como quisiera. Algo así como cuando seas padre, comerás huevos.