viernes, 7 de marzo de 2014

Alea iacta est

Bueno, pues esperando que llegue el próximo miércoles y me den la mejor de las noticias. Ya dije que si los marcadores tumorales seguían igual en una nueva analítica le diría al oncólogo de hacerme un nuevo TAC pero no fue necesario, me lo propuso él directamente. Aunque luego, pensándolo, me di cuenta de que teniendo en cuenta que me suelen hacer uno cada dos meses, pues es que ya tocaba. El gracejo que me produjo el primer TAC con ese calorcillo que te recorre el cuerpo y se afinca en pleno parrús, por lo rutinario, dejó de tener gracia hace mucho tiempo. Me resulta tan cansino todo el aspecto médico relacionado con este... episodio de mi vida, que en verdad, lo que estoy deseando es no tener razones para hablar más de ello y es que si fuera por mi, habría dado carpetazo ya. 

Aunque siempre fui dando pasitos que iban mejorando mi estado, con el nuevo año se produjo un cambio radical. No era necesario hacer análisis para saberlo porque creo conocerme muy bien y ahora muchísimo mejor que antes. Igual que supe que algo no iba bien antes incluso de decidirme a ir al médico para recibir la estupenda noticia, igual que siempre supe que todo avanzaba por buen camino pero que el camino aún no había terminado, ahora sé que todo funciona ya perfectamente. Y no es solo un sentimiento. Hace unos meses el espejo me devolvía una imagen totalmente desconocida de mi. Podías pasarme la mano por la espalda en sentido descendente sin que hubiera ni una sola curva que diferenciara el tronco de las extremidades. Recuperar kilos era algo que parecía inútil por más intentos que hacía. Me estanqué en un peso que hacía pensar que la báscula estaba averiada y decidí dejar de pesarme. Si me subía a la bicicleta estática, era incapaz de pedalear más de diez minutos sin sentirme agotada. Para no desesperarme, también dejé de hacerlo y me centré en otras cosas. Hasta que todo cambió. Cuando mis gatitos enfermaron y me dijeron que tendría que llevarles todos los días a un veterinario al que tardaba casi una hora en llegar pensé que quizás iba a ser demasiado trajín contando con que ya tenía yo unas cuantas actividades que hacer sin contar con esa. Sin embargo, cada día que los cogía para llevármelos me decía: Estoy bien, ya no tengo nada. Puedo con todo esto. Y lo cierto es que empecé realmente a sentir que estaba totalmente recuperada y mi cuerpo empezó a reaccionar. Ahora peso incluso un poco más de lo que pesaba justo hace un año, antes de que toda esta historia emergiera. Mirarme al espejo ahora me hace incluso ilusión. La ropa que tuve que abandonar puedo volver a ponérmela. De la talla 34 he vuelto a mi siempre eterna 38. El otro dia me subí nuevamente a la bicicleta y a la media hora me bajé aunque podría haber pedaleado un poco más. La menstruación volvió aunque está siendo más larga de lo habitual pero mi doctora de cabecera dice que no me preocupe, que deje a mi cuerpo funcionar. Y yo, que con tantas ganas la recibí, no me preocupo lo más mínimo. Hoy, que parecía que la primavera nos hacía una visita inesperada, me fui andando a entregar mis bajas a la Seguridad Social, cosa que antes ni se me ocurriría porque no me sentía con fuerzas para llegar tan lejos andando y menos aún ir y volver. Total, que la primavera llega cargada de sonrisas y sobre todo de ganas. De unas inmensas ganas por hacer cosas.


Cuando el otro día salí de la visita del oncólogo, lo hice enfadada. Porque siempre hacen lo mismo. Hay un protocolo y es el que debe seguir todo el mundo. Independientemente de como seas, de como reacciones, de como evoluciones o te enfrentes a las cosas. No me gusta preguntar muchas cosas precisamente por eso, porque prefiero no saber de antemano. Prefiero ir despejando el camino a medida que voy avanzando. Sin embargo, esta vez me adelanté y quise saber que ocurre cuando las pruebas demuestran que ya no queda rastro y me dijo que tendría que seguir un año más de tratamiento para evitar que se reprodujera.  Yo no estoy por la labor de seguir ocupando mis días con todo esto. No le dije nada, porque para qué. Antes tengo que demostrar que hemos llegado al final y después, ya hablaremos. En esta ocasión por lo menos tengo algo a mi favor; me entiendo mejor que con el otro. Es más fácil que se adapte a lo que yo quiero. Cuando en el primer análisis los marcadores no mostraban nada, me bajó la dosis y se lo agradecí. Está mucho más atento a lo que digo y lo que quiero. Le comenté que a veces sentía cierta tensión abdominal y por lo menos me hizo tumbar y como mínimo palpar. Lo que yo me hago tan a menudo para comprobar mediante el tacto como evolucionan mis órganos. De esta forma podía comparar su opinión con la mía. Todo estaba bien. Claro que él nunca pudo comprobar la inflamación que tuvo mi hígado en los inicios. Me dijo: Estás fenomenal. No tienes nada. Bueno si, un tatuaje. Por lo menos este no me borra la sonrisa del rostro.

El próximo miércoles vuelvo a tener resultados de marcadores y de LDH que no me había pedido nunca y yo lo tenía como referencia en el otro hospital. Y además, el TAC. Cuando todo eso esté sobre la mesa, veremos...

Todo este escribir sobre esta parte de la historia no es más que una forma de ir abandonándola, de hacer que se convierta en pasado, de ir apartándola de mi. Algún día, no muy lejano, ya no habrá nada que contar y quizás entonces, empiece a escribir sobre todo lo bueno que he vivido, todo lo bueno que he aprendido, todas las experiencias no médicas que se han convertido en parte de mi vida y que seguirán en ella, todos los sucesos extraños y las "casualidades". Los lugares que visité y a la gente que conocí y que fueron protagonistas. A los que tanto debo. Algún día escribiré... sobre lo maravilloso que fue el camino.