miércoles, 22 de mayo de 2013

La mala de la película y el síndrome de abstinencia

Una semana y ya he recuperado el título que tenía anteriormente de "Mala de la Película". Me lo pongo con mayúsculas para que parezca un honor. Poner orden en la vida de mis hijos ha sido tarea fácil. Supongo que porque lo estaban deseando. Hemos puesto orden a las cosas. Vuelven a desayunar, almorzar y merendar. Comidas que se saltaban alegremente por la irresponsabilidad de los demás. Hemos recuperado normas y obligaciones sin una sola queja hasta que... 
 
Enderezar un curso que ha ido de mal en peor es lo más complicado cuando apenas queda un mes. Su cerebro está permanentemente ocupado entre whatsappear, twittear, twentitear, musiquear y lo que sea menester pero todo a través de un puñetero teléfono móvil del que no se pueden despegar ni un solo momento, así que he confiscado los teléfonos. El primer día, osea ayer,  lo soportaron con "dignidad" entrecomillada porque cuando te quitan aquello que ocupa todo tu tiempo, pues no sabes que hacer. Pensaban que sería cosa de un rato, así que todo era amabilidad y cariños. El aburrimiento llegó al extremo de que mi hijo se sentó en el baño mientras yo me daba una ducha para quitarme los restos de pintura que creo que tenía hasta en el paladar. Se aburre, dice. Pues hay mundo además del teléfono, eh? Le dije yo. Hoy se volvían en autobús del colegió así que raudos han pensado que era mejor llevárse el teléfono por si acaso. Vale, hoy os lo llevais. Cuando estaban haciendo los deberes he ido a por los teléfonos que por supuesto, uno lo tenía en la mano y la otra a escasos centímetros del cuaderno. Me los he vuelto a quedar. Y hoy ya no había ni "dignidad" entrecomillada ni nada. Cabreo sin más. Hoy ha decidido que no va a estudiar ni a hacer nada de lo que hizo ayer. Pues tú mismo, chaval. Portazo del nene y en la cena, vuelta la conversación del teléfono. Mi hija se calla aunque está igual de cabreada porque bastante tenemos siempre con las broncas de su hermano. Total, que empiezan ya a ponerse nerviosos. Dos días sin saber la gilipollez de estado que ha puesto fulanito. O sin ver la foto chorra que ha publicado menganito. Dos días sin ejercitar los dedos con el teclado, sin escribir ola sin hache, sin ver la gilipollez de tweet de Carmen de Mairena o sin cotillear las fotos de los amigos. Dos días sin actividad cerebral. Encefalograma plano es lo que presentan. No tienen ideas ni imaginación. Tienen sorbido el seso por la gilipollez, por la puta necesidad de estar permanentemente conectados a la estupidez. Qué pena de juventud...

Pues nada. Para hacer honor al merecido título recuperado, hasta el viernes (porque después no están y entonces, ya todo vale) van a tener que superar el mono como puedan. Y a la vuelta, seguiremos.

Y yo mientras... pinto mi casita, lalara larita. No veo la luz. Iba a poner música pero mejor me voy a dormir que a las 06:30 suena el despertador. Bien digo, suena. Porque yo soy incapaz de tirarme de la cama hasta media hora después.